El trastorno del desarrollo de la coordinación (TDC), también conocido como dispraxia del desarrollo, es un trastorno del neurodesarrollo motor que, principalmente, afecta a la adquisición y desarrollo de las habilidades motoras y de coordinación de los movimientos voluntarios.
En la primera infancia, los niños con TDC presentan un escaso desarrollo de las habilidades de movimiento y coordinación fundamentales, sobre las cuales se forman habilidades motoras más complejas necesarias para actividades de la vida diaria como hablar, escribir, comer, vestirse, caminar, etc.
Por lo tanto, la principal característica de la dispraxia del desarrollo sería la “torpeza” motora y lentitud en las habilidades motoras generales, en comparación a sus iguales, y en ausencia de deterioros visuales, de afectación neurológica o de discapacidad intelectual.
Esta “torpeza” motora les genera unas dificultades, que van siendo más evidentes conforme aumentan las exigencias en el ámbito académico-social. Estas estarían relacionadas con:
Planificación y coordinación motora (tanto gruesa como fina)
Percepción visual (visoespacial)
En cuanto a los problemas en percepción visual, parece ser que irían ligados a un mal procesamiento visoespacial de los estímulos sensoriales y a una dificultad en la representación mental de las acciones motoras. Esto hace que la respuesta motora que se emite no sea adecuada al contexto donde se da. Por ejemplo, esto explicaría porque son propensos a caer al subir las escaleras o mientras saltan.
En cuanto a las dificultades en motricidad, estos niños suelen tropezar y caer frecuentemente, o chocan con los objetos. La propiocepción (es decir, la capacidad de saber cuál es la posición exacta de nuestro cuerpo) está afectada. Esto les genera una representación errónea de su cuerpo en el espacio, por lo que tienen dificultades en la imitación de posiciones corporales, en la realización de varias órdenes motoras seguidas con las manos, en actividades que requieran coordinación ojo-mano (cortar un recorte con las tijeras) o en actividades que impliquen equilibrio (correr, pedalear, bailar), entre otras. En los adultos jóvenes, se traducen en dificultades para el aprendizaje de nuevas tareas motrices como la conducción de vehículos.
Además, presenta problemas en la planificación y ejecución de las habilidades manipulativas finas, por ejemplo, atrapar o guiar objetos en movimiento, abrocharse los botones de la camisa o los cordones de los zapatos, o manejar eficazmente el lápiz a la hora de escribir.
A nivel académico, presentan dificultades significativas en la lectura (tanto de palabra como pseudopalabras), la escritura (por las dificultades en precisión y velocidad, tienen mala caligrafía), las matemáticas (dificultad para resolver problemas matemáticos simples), la atención y las habilidades sociales y comunicativas. La combinación de estas dificultades da lugar a un bajo rendimiento escolar. Todas estas dificultades suponen un gran impacto en su ámbito social.
Estos/as niños/as muestran desinterés por actividades deportivas o juegos físicos, ya que les resulta de difícil desempeño, y ello les provoca ansiedad. Tienden a frustrarse con facilidad, y el autoconcepto que tienen es muy bajo, relacionándose, por tanto, con problemas de autoestima.
Referencias:
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