¿Quién elige lo que comemos?
La alimentación y la conducta de ingesta, especialmente la de aquellos alimentos denominados ultrapalatables, muy agradables al paladar o con un alto contenido calórico, estimulan un sistema cerebral muy especial conocido como sistema de recompensa. Este sistema se activa como consecuencia de comportamientos que ayudan a nuestra supervivencia y su actividad depende de la liberación de numerosas sustancias químicas o neurotransmisores. La actividad de este sistema, estrechamente relacionada con nuestra experiencia de aprendizaje y nuestro estado de ánimo, depende en gran medida de la acción de un neurotransmisor conocido como dopamina.
La dopamina actúa sobre unas moléculas llamadas receptores dopaminérgicos. Según los últimos estudios, el bloqueo de los receptores de dopamina aumenta la sensación de apetito y provoca una mayor ingesta de comida y, consecuentemente, aumenta el peso. Podría decirse que el aumento de peso es un esfuerzo que tendría como objetivo compensar la disminución de la respuesta placentera de comer. Estos descubrimientos sugieren que la baja actividad de la dopamina podría ser un factor de vulnerabilidad a la obesidad, ya que se necesitarían cantidades de comida más elevadas para experimentar las propiedades gratificantes y placenteras de la ingesta de alimentos.
Por otro lado, el principal problema de la comida procesada y ultrapalatable es que es muy sabrosa por los aditivos, la cantidad de azúcar, de sal, de harinas refinadas y de grasas hidrogenadas que contienen. Todos estos componentes añadidos tienen el efecto de "engañar" a este sistema de cerebral, cuya función es la supervivencia, y provocan una sensación de recompensa mayor que la comida con menor cantidad de aditivos o poco procesada, que hoy se conoce como "comida real" o "Real fooding". De esta forma, estos alimentos con gran potencial atractivo, ponen en funcionamiento directa o indirectamente este circuito de recompensa y generan esa sensación subjetiva de placer (o de disminución del displacer) y esa enorme satisfacción cuando los consumimos. Además, suele incrementar las ganas o el deseo, casi irresistible, de volverlos a ingerir pasado un periodo de tiempo que tiende a ser cada vez más corto.
Como ocurre con otros comportamientos adictivos, como el consumo de sustancias o la adicción a los videojuegos, saber que estos alimentos están a nuestra disposición en casa, junto con los pensamientos e ideas alrededor de la comida y los estados de ansiedad o estrés, aumenta la probabilidad de su consumo. Así, esta sensación de "antojo" por este tipo de alimentos es una experiencia multidimensional que incluye aspectos cognitivos (p.ej. pensamientos repetitivos sobre esa comida), emocionales (p.ej. deseo de comer, ansiedad e irritabilidad), conductuales (p.ej. buscar, ocultar, comer a escondidas) y fisiológicos (p.ej. alteraciones del apetito, cambios en los ritmos de sueño, variaciones del metabolismo).
Aquí os dejamos algunas recomendaciones de alimentos y productos que pueden sustituir a ese tipo de alimentación procesada, con menor densidad energética que igualmente sacian y nos ayudan al cambio y mantenimiento de hábitos de alimentación más saludables.
Referencias bibliográficas:
Barry, D., Clarke, M. & Petry, N. M. (2009). Obesity and its relationship to addictions: is overeating a form of addictive behavior? The American Journal on Addictions, 18: 439-451.
Recurso Web: https://realfooding.com/
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