Lo que vemos no solo depende de los estímulos visuales recibidos por la retina, esa información se procesa e integra con otros datos para componer nuestro mundo perceptivo. No se trata, por tanto, de una repetición directa del mundo exterior sino de una “creación” en la que interviene el cerebro (Kandel,2013).
El sistema visual está formado por el propio órgano (el ojo), las vías de información neuronal y el córtex visual (Sullivan, Lynch y Kirby, 2018), mientras que lo que se entiende por sentido de la vista, trata de capturar un conjunto de características del ambiente (luz, intensidad, movimiento, etc.) (Manoel et al., 2016). El comienzo de la ruta visual se inicia tras la estimulación de los fotorreceptores, pasando por las células ganglionares de la retina, tálamo y cuerpo geniculado lateral (para la ruta visual geniculada) o colículo superior y tálamo (para la ruta extrageniculada) hasta el córtex visual (contralateral) (Giménez- Amaya, J.M, 2000).
Teniendo en cuenta que las conexiones cerebrales componen una amplia red de procesamiento, clásicamente se han conocido dos rutas de procesamiento visual (Giménez-Amaya, J.M, 2000):
Sistema Ventral
Se conoce “La vía del qué” por ocuparse del reconocimiento de los objetos, caras y escenas, es decir, de aportar información categorial y semántica (tamaño, forma, color) para poder comparar e interpretar con esquemas ya asumidos anteriormente (Rosselli, 2015). Este sistema recibe la mayor parte de sus datos de los conos centrales de la retina que llegan a la corteza visual primaria y de allí se dirigen a áreas del lóbulo temporal. La información recibida es evaluada en función de retener las características esenciales y constantes de estas imágenes, comparándolas con otras vistas en el pasado. Esta capacidad permite mantener la persistencia de los objetos y colores a pesar de los cambios de luz y distancia, supone una modificación de lo detectado por el ojo. De tal forma que, cuando una persona se acerca el tamaño de su imagen se hace más grande en la retina pero lo que percibimos es que la persona se acerca, no que su tamaño aumente (Gombrich, 2003). Con el color sucede lo mismo, se mantiene su percepción apartando en lo posible las variaciones producidas por el contexto.
Sistema Dorsal
En este caso conocido como “La vía del dónde”, se encarga del lugar y movimiento de los objetos. Trasforma la información visual en coordenadas espaciales (visión espacial), es decir, permite un barrido global dirigido a captar detalles novedosos, permitiendo también establecer una coordinación entre estos estímulos y nuestras conductas motoras. Este subsistema es, por tanto, un conector principal entre la percepción del movimiento y el sistema de acción motor (Noreña, 2020). Es necesaria para dirigir nuestros movimientos, incluyendo el movimiento ocular utilizado para explorar una escena. Recibe la mayor parte de su información de los bastones de las regiones periférica de la retina que, a través de la corteza visual primaria pasa al lóbulo parietal posterior.
Y llegados a este punto os preguntaréis... ¿cómo se asocia la información de estas dos vías? A través de la atención, según propusieron los investigadores Wurtz y Golberg. Se trata concretamente de la atención selectiva visual, que dirige una exploración rápida de las distintas partes de la imagen, mediante la que se organiza una imagen total del objeto. De esta forma, ante un rostro demasiado grande para ser captado entero a través de la imagen proporcionada por la visión central, la atención se dirige a los ojos y luego a la boca, utilizando la visión periférica (para saber más sobre visión periférica haga click aquí). La rapidez de los movimientos oculares nos lleva a creer en una visión de conjunto de la cara cuando en realidad se trata de una sucesión rápida de fijaciones a elementos parciales facilitada por la atención. Además, en la composición final de la percepción de esa cara influyen los “recuerdos” de experiencias anteriores a través de los esquemas dejados en nuestra memoria. Siendo, por tanto, la visión un proceso particular y creativo en el que interviene el cerebro.
Referencias
Giménez Amaya, J. (2000). Anatomía funcional de la corteza cerebral implicada en los procesos visuales. Revista de Neurología, 30(07), p.656.
Gombrich (2003) E H. Arte e ilusión, Barcelona: Debate.
Goldberg E., Costa L.D. (1981) Hemisphere differences in the acquisition and use of descriptive systems
Kandel, E. La era del inconsciente. La exploración del inconsciente en el arte la mente y el cerebro (2013). Barcelona, Buenos Aires, México: Paidós
Manoel, E., Viana Felicio, P., Makida-Dionísio, C., Nascimento Soares, R., Freitas, A. and Gimenez, R., (2016). Proprioceptive-Visual Integration and Embodied Cognition. Perceptual and Motor Skills, 123(2), pp.460-476.
Rosselli, M. (2015). Desarrollo Neuropsicológico de las Habilidades Visoespaciales y Visoconstruccionales. Revista Neuropsicología, Neuropsiquiatría y Neurociencias, 15 (1), pp. 175-200.
Sullivan, C., Lynch, H. and Kirby, A., (2018). Does visual perceptual testing correlate with caregiver and teacher reported functional visual skill difficulties in school- aged children?. Irish Journal of Occupational Therapy, 46(2), pp.89-105
De Noreña, D. (2020). Alteraciones Visoperceptivas Y Visoespaciales En Daño Cerebral (I). Recuperado en: https://xn--daocerebral 2db.es/publicacion/alteraciones-visoperceptivas-y-visoespaciales-en-dano-cerebral-i/.
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