Las funciones cognitivas son los procesos mentales que nos permiten desarrollar cualquier actividad y desenvolvernos adecuadamente en nuestro día a día. Cosas tan cotidianas como preparar el desayuno, vestirnos o llamar por teléfono no serían posibles sin un adecuado funcionamiento de nuestra cognición.
Entre estas funciones podemos encontrar la atención, la orientación, la memoria, las funciones ejecutivas, el lenguaje, las gnosias, las praxias y la cognición social, procesos de los que hablaremos con más detenimiento en otras entradas. Así, mientras las funciones vitales más básicas se localizan en el rombencéfalo y mesencéfalo, las funciones cognitivas (más especializadas) se localizan en la capa más externa del cerebro: la corteza cerebral.
Tradicionalmente, las funciones cognitivas se han identificado en áreas concretas de la corteza cerebral, de manera que cada proceso se correspondería con una zona determinada del cerebro. No obstante, gracias a los avances en investigación, hoy podemos saber que no es tal la especificación del cerebro, sino que a pesar de contar con áreas muy especializadas, éste se organiza en red, de manera que diferentes áreas están conectadas dando lugar al funcionamiento cognitivo. Así, estas redes pueden estar más o menos consolidadas dependiendo de la experiencia que hayamos adquirido a lo largo de nuestra vida, especialmente en los primeros años, de forma que vamos desarrollando patrones de conexiones neuronales a través de nuestras vivencias.
Sin embargo, estas conexiones no son inamovibles, si no que podemos fortalecer (y también debilitar) estas redes neuronales gracias a un fenómeno denominado plasticidad neuronal. Por todo ello, resulta importante llevar a cabo un entrenamiento cognitivo con el fin de mejorar y optimizar nuestras funciones cognitivas de cara a relacionarnos de una manera más funcional con el mundo que nos rodea.
Referencias bibliográficas:
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