Para comprender el Trastorno Pragmático del Lenguaje (TPL) sería necesario conocer bien qué es la pragmática. Ésta puede entenderse como el uso social del lenguaje, es decir, la capacidad de entender las intenciones de los demás cuando hablan y de expresar las propias, de una forma eficaz y con un manejo del código apropiado al contexto (si quieres saber más sobre pragmática del lenguaje haz click aquí).
Las alteraciones pragmáticas del lenguaje van acompañadas de dificultades para interpretar correctamente las conductas de los demás y entender su forma de expresarse. Por tanto, en el TPL se ve comprometido el lenguaje tanto expresivo, lo que decimos, como receptivo, lo que entendemos.
En el TPL, también conocido como “Trastorno de la Comunicación Social (uso pragmático)”, no se aprecian problemas en los aspectos formales del lenguaje como fonología y morfosintaxis, ni en referencias semánticas de las emisiones verbales. Pero sí presentan un déficit específico en la adaptación del lenguaje al contexto y al interlocutor. El discurso tiende a centrarse en sus temas de interés, realizan varias veces inicios de conversación con una misma persona, así como interrupciones y cambios inesperados en el tema de conversación.
Y os preguntaréis ¿qué características tienen los niños/as con este trastorno? Pues bien, suelen presentar dificultades en el uso de la comunicación verbal y no verbal. Estos síntomas son visibles desde edades tempranas y les generan limitaciones funcionales a la hora de relacionarse y comunicarse con los demás. Algunas de las manifestaciones más frecuentes son:
Dificultades en el uso de la comunicación con un fin social como por ejemplo saludar o compartir información apropiada al contexto.
Deterioro en la capacidad para cambiar la comunicación adaptándola al contexto y a las distintas situaciones, por ejemplo hablar en el aula o en el parque, con un amigo o con una persona de autoridad…
Dificultad para seguir las normas de conversación como los turnos, las pausas, la entonación, etc.
Dificultades para comprender lo que no se dice explícitamente y significados no literales o ambiguos. A estos niños/as les cuesta interpretar metáforas, frases hechas, dobles sentidos…
La posible explicación de estos errores pragmáticos podría deberse por un déficit en el funcionamiento ejecutivo, es decir, el fallo pragmático se originaría por una incapacidad para mantener y manipular información compleja (mirada, postura, expresión facial, entonación, acentuación…), implicado en la interacción social y la capacidad de adaptar la conducta en función de ésta.
¿Cómo diferenciarlo de otros trastornos?
Ahora que conocemos bien cómo se manifiesta el TPL es importante saber distinguirlo de otros trastornos del neurodesarrollo con características similares. En general, además de en el TPL, las dificultades en pragmática pueden encontrarse en diferentes patologías como Trastornos del Espectro Autista (TEA), Trastorno Específico del Lenguaje (TEL), Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH), Trastorno del Aprendizaje No Verbal (TANV) o Procedimental (TAP), así como en la discapacidad intelectual y en otros cuadros sindrómicos como el síndrome de Williams, hidrocefalia crónica… (encontrarás más información sobre estos trastornos aquí).
Que los déficits en los aspectos pragmáticos del lenguaje puedan estar presentes en otros trastornos, hace que en muchas ocasiones llegar a realizar un diagnóstico diferencial sea complejo. Para establecer el diagnóstico es fundamental observar la presencia/ausencia de paralelismo entre el desarrollo de habilidades lingüísticas y sociales.
A continuación os mostramos diferencias entre el TPL y algunos de los trastornos comentados anteriormente, que pueden ser de utilidad a la hora de distinguirlos:
TPL vs TDAH: en TDAH las dificultades pragmáticas son secundarias al déficit inhibitorio que los caracteriza y no muestran déficit en relaciones sociales o comunicación no verbal
TPL vs TAP: en el TPL, el déficit pragmático es más grave y se encuentra mayor afectación de la coherencia y comprensión, pero no presenta problemas de motricidad gruesa ni alteraciones visual-espacial-organizativa que sí presenta el TAP.
TPL vs TEA: en el caso de los TEA, presentan intereses restringidos, habla y conductas motoras estereotipadas mientras que el TPL, no.
Para terminar, ¿dónde podemos enmarcar este trastorno? Hay autores que incluyen el TPL dentro de la categoría de TEL, otros autores dentro de los TEA, ya que comparten características con ambos. Otros lo consideran como categoría independiente. En definitiva, podría decirse que el TPL puede presentarse de forma primaria (trastorno principal) o como sintomatología de otros trastornos.
Referencias:
Monfort, M. (2004). Intervención en niños con trastornos pragmáticos del lenguaje y la comunicación. Revista de Neurología, 38(1), 85-87.
Crespo-Eguílaz, N. y Narbona, J. (2006). Subtipos de trastorno específico del desarrollo del lenguaje: perfiles clínicos en una muestra hispanohablante. Revista de Neurología, 43(1), 193-200.
Muñoz-Yunta, J.A., Palau-Baduell, M., Salvadó-Salvadó, B., Valls-Santasusana, A., Perich-Alsina, X., … Ortiz, T. (2006). Estudio comparativo mediante magnetoencefalografía de los trastornos del lenguaje pragmático y los trastornos del espectro autista. Revista de Neurología, 42(2), 111-115.
Villegas-Pérez, A.B. y Navarro-Gutiérrez, I. (2015). Trastorno pragmático del lenguaje. En Neuropsicología Infantil. A través de casos clínicos (1.ª ed., pp. 245–257). Madrid: Editorial Médica Panamericana.
Comentários